Este blog desea exponer información, principalmente, sobre aspectos relacionados con la bioética aplicada a la psiquiatría. No obstante, también se hace referencia a temas de bioética en general (fundamentación, comités de ética, eutanasia...)y/o temas de psiquiatría con implicaciones en la filosofía o la ética. https://www.linkedin.com/profile/edit?trk=nav_responsive_sub_nav_edit_profile
martes, 27 de diciembre de 2016
“Estoy muerta en vida y fallecer sería un descanso para mí”
Estas duras palabras son las que resumen la situación de la alegiarra de 40 años Larraitz Chamorro. Está postrada en una silla de ruedas, paralizada de cuello para abajo. Preserva un hilo de voz para expresar sus pensamientos de desesperación y su cerebro funciona a pleno rendimiento. Hace doce años comenzaron los síntomas de Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), una “condena a muerte” porque “no tiene cura y su pronóstico es mortal”, apunta Larraitz. En la actualidad, esta mujer padece “dolores continuos” y es hipersensible, por lo que debe cambiar de postura con una precisión milimétrica al pasar unas horas.El calvario ha sido tal, que ha perdido toda esperanza y quiere morir desde hace tiempo, pero el Código Penal español castiga la eutanasia -adelantar la muerte de una persona con una enfermedad incurable- y el suicidio asistido; y la Ley vasca de Muerte Digna aprobada en julio no las contempla. De este modo, sus únicas opciones para “terminar con esta agonía” son fallecer de una crisis respiratoria, por atragantamiento, o de hambre.Se desconoce la procedencia de la ELA, que es “un descarte de otras enfermedades” y carece de una prueba que la confirme. Es una patología rara que se diagnostica a dos personas de cada 100.000 habitantes al año y no tiene cura ni tratamiento. Avanza por el cuerpo paralizando el aparato psicomotor, también apaga la fuerza de la respiración y la voz, aunque la inteligencia, la vista, el oído y el tacto no se alteran.Lo habitual es que la ELA se propague en un lapso de entre dos y cinco años, según el caso, pero ella lleva doce conviviendo con su dolencia, desde que notó el primer síntoma a los 28 años. Empezó con una simple cojera cuando estaba viviendo “lo mejor” de su vida. Era joven, salía con amigos y trabajaba como delegada de cuentas en un centro comercial. Recuerda emocionada que siempre ha sido muy casera, que le ha gustado cocinar, pintar su hogar o adecentar los muebles.MADRE INSEPARABLELa esperanza que se vaCuatro años sin salir de la habitaciónEn 2004 se truncaron sus sueños y arrancó un peregrinaje de cinco años entre hospitales y diagnósticos desacertados. “Al principio lo viví con más esperanza, porque solamente cojeaba. Después de mucha rehabilitación y ver que iba hacia atrás perdí toda la esperanza y me cansé de todo”, rememora.En 2010 decidió trasladarse al Hospital Bermingham de la Fundación Matia de Donostia, con una subvención de la Diputación. Ya lleva siete años en la misma habitación, de la que no ha salido desde hace cuatro por el “horror” que le supone el propio movimiento de la silla. Lejos de sentirse sola, su madre Loli es inseparable. Solo ha faltado cuatro tardes de los siete años a la cita con su hija y por causas mayores, como una operación de cáncer de pecho, una caída grave y una gastroenteritis.En su habitación, Larraitz dedica las mañanas a navegar en su ordenador adaptado, gracias a una pegatina que le colocan en la nariz y le sirve de ratón. Y cada noche, Loli conoce “todos los trucos” y se emplea durante una hora en colocar lo mejor posible a su hija en la cama, ya que al no poder moverse cada milímetro es importante.SUFRIMIENTOUna familia detrás“Notas que te abrazan y no puedes corresponder”Larraitz ya está cansada de esta vida. “Es un sufrimiento tanto físico como psicológico. Ves que dependes de una persona para todo y también le das vueltas a lo que hacías y piensas que te has quedado en nada. Te sientes como un cacho de carne”, traslada desde sus adentros. “Mi familia está conmigo, pero yo no estoy con ellos. Notas que te abrazan, pero no puedes corresponder ese abrazo”, añade, y afirma que en sus días malos se le pasa por la cabeza que “para estar así, mejor no estar”.Sus familiares la apoyan porque empatizan con su situación. Su hermano Iker reconoce que, “egoístamente”, prefiere tenerla aquí a no tenerla. “Pero nos ponemos en la piel del enfermo para comprender lo que está padeciendo. Yo si fuera ella, hace tiempo que hubiera dado ese paso porque estar así no es vida”, admite.Este verano se amplió la ley vasca de garantía de los derechos y de la dignidad de las personas en el proceso final de su vida, que no contempla la eutanasia ni el suicidio asistido -proporcionar a la persona los medios para quitarse la vida de forma voluntaria-, pero ahora “blinda” la capacidad de decisión de los pacientes. Larraitz ha hecho uso de su derecho y ha realizado su testamento vital para que no le alarguen la vida. “Si tengo un fallo respiratorio no quiero respiración asistida. Si hay un momento que no pueda tragar, tampoco quiero que me alimenten por sonda, porque sería alargarlo más”, asegura.En caso de que sucedieran estas situaciones, ni su madre ni el personal sanitario podrían hacer otra cosa que mirar porque no tienen permitido intervenir. No obstante, a Larraitz no le parece suficiente y lucha por sensibilizar a la población y al Gobierno sobre esta cuestión. “No quiero tener que esperar a eso y que mi familia y yo tengamos que pasarlo mal”, añade. Tanto es así, que asegura que se lo piensa “dos veces” cada vez que va a tragar algún alimento o líquido.LLAMADA AL GOBIERNO“Despenalizar esto”“Si hago algo por ayudarla me puede caer cárcel”“Si estuviera despenalizada la eutanasia me pondría en manos de las personas que lo lleven y lo haría”, afirma convencida, pero la única alternativa que le permite la ley sería dejar de comer y morir de hambre. Se lo ha planteado, pero lo ha descartado porque “eso sería sumarle más sufrimiento para todos, porque no sabes el tiempo que vas a durar”. Sus hermanos, Esti e Iker, se reunieron con autoridades del Gobierno Vasco para plantearles esta cuestión pero no recibieron soluciones. “Te dicen que la eutanasia está penalizada y que en caso de hacer algo para ayudarla iré a juicio y puedo ir a la cárcel, dependiendo la pena de si lo consideran asesinato asistido o una ayuda a la muerte”, apunta Iker.Cuatro países de los más avanzados de Europa permiten la eutanasia y el suicidio asistido. Holanda fue el primero que lo aprobó; ya en 2002 permitía la muerte de pacientes incurables; Luxemburgo se sumó en 2008; este verano Bélgica ha sido el primer país en permitir este proceso en un menor de edad; y en Suiza se ha multiplicado el turismo de muerte, desde que se permitió esta práctica en 2006.El objetivo de Larraitz, que en su estado se ha esforzado por dar a conocer su historia, es “concienciar a la gente” y “acelerar el proceso de la eutanasia”. “Ahora nos toca esperar a que el Gobierno vea lo que se sufre y trate de despenalizar esto”, lamenta. “No tengo miedo a la muerte, tengo un nudo en el estómago por no volver a ver a mi familia. Pero estoy muerta en vida y fallecer sería un descanso para mí... Dejaría de sufrir”.
martes, 22 de noviembre de 2016
La veinteañera que pidió que la mataran y la mataron
Hoy termina mi vida. Voy a morir. A decir verdad, siento que llevara 15 años muriendo, pero no moría. Mi cuerpo ha ido dejando de ser cuerpo al ritmo que iba avanzando la depresión. Maltratada, la piel se ha ido desprendiendo de los huesos por falta de alimento. Poseída por horrores que no querían abandonarme, la mente se ha ido descomponiendo en recuerdos que no me han permitido asimilar el presente...
He dormido y he despertado en más ocasiones de las que me hubiese gustado, en todas ellas sin ganas de que amaneciera otro día. He saltado a un vacío que nunca se acababa.
La desesperanza de mi situación sólo me ha hecho sufrir a mí y a los que se han visto obligados a cuidarme. Confío en que ha sido así. Pues así, de hecho, lo puedo leer en el informe médico que justifica que mi existencia vaya a llegar a su fin en este día no identificado de 2015. Lo ha redactado algún funcionario de la Sanidad pública holandesa a partir de los diagnósticos vertidos por todos los médicos que me han tratado en los últimos tres lustros. Algunos hoy se encuentran aquí conmigo, en esta habitación. Podría ser la de mi casa o la de algún hospital, aunque eso importa poco porque ya no distingo una de otra. Entre ambos lugares he pasado la mayor parte de los últimos años, postrada en la cama y dependiendo de los demás para sobrevivir.
Me llamo Femke. Aún no he cumplido los 30, ni los cumpliré ya. Me encuentro bajo los efectos de estrés postraumático permanente y sufro anorexia nerviosa refractaria. Todos los médicos que firman el documento oficial de mi defunción anticipada opinan que no hay esperanza alguna para mí.
Ésta es mi pesadilla resumida en unas pocas páginas que arranca hace 15 años, justo después de que abusaran de mí sexualmente. No encuentro en el informe ninguna nota que haga referencia a mi existencia antes de los abusos. Si fui feliz alguna vez, no consta. Parece como si mi vida se redujera a mi camino hacia la muerte.
Y es, de hecho, este camino lo que quedará de mí cuando me haya ido y las Comisiones Regionales de Evaluación de la Eutanasia decidan publicar este historial clínico. Lo harán de manera totalmente anónima. En él no aparecerán ni mi nombre, ni mi edad exacta, ni la ciudad donde nací; ni tan siquiera el lugar donde me dispongo a morir; no habrá rastro alguno de mi identidad. Algunos de los doctores que intervienen en la enumeración de los hechos me recordarán como esa pequeña niña que comenzó a visitarles recién entrada en la adolescencia, antes quizás, aterrada por las vejaciones que la habían condenado a este final. Los que se limiten a leer el informe, que más que de mi vida lo es de mi muerte, me recordarán sólo como Femke. No es mi nombre real, pero en mi lengua significa también niña pequeña.
Sufro depresión crónica desde que fui víctima de abusos sexuales. Dicen los psiquiatras que tengo tendencia al suicidio. Me he autolesionado en numerosas ocasiones porque la infinidad de tratamientos intensivos a los que me he sometido no han surtido en mí ningún efecto, sino todo lo contrario: el dolor físico ha ido en aumento...
He llegado a verme tendida en la cama de algún ambulatorio, entubada, siendo alimentada a través de una sonda. Un catéter suprapúbico ha servido para paliar las retenciones urinarias que he sufrido y otro colónico ha hecho lo propio con el estreñimiento. Mi cuerpo se ha ido debilitando al tiempo que los continuos flashbacks a esos momentos de horror de mi niñez tardía (o de mi adolescencia temprana) se apoderaban de mis pensamientos. La anorexia nerviosa ha desembocado también en anemia crónica -leo-, trastornos electrolíticos y disfunción renal.
Me he hallado al borde de la inanición, han dicho los expertos. Y, a pesar de ello, mi trastorno de estrés postraumático ha resistido a todas las terapias que han probado sobre mi cuerpo. Ninguna ha conseguido acabar con las alucinaciones, las compulsiones y las obsesiones que me atormentan desde que abusaron de mí. Como si nada pudiera rescatarme de un infierno al que yo no decidí viajar.
He luchado durante años. He luchado para salir de él, de veras. Lo he hecho hasta que los médicos han coincidido en que curarme ya no es posible. He pasado las últimas primaveras sin poder moverme prácticamente de la cama en la que me hallo postrada. El sufrimiento ha sido insoportable...
Insoportable. Pero mi médico de cabecera no lo admitió hasta hace algo más de dos años. Entonces confirmó que los tratamientos que se me podían dar eran, por naturaleza, paliativos. Ninguno iba a mejorar mi calidad de vida. Cuando lo hizo, comencé a hablar de la eutanasia con él. Quería conocer cómo era el proceso y le hacía preguntas. ¿Cómo sería morir? Fuera como fuese, era la única opción.Mejoraría mi calidad de vida simplemente poniéndole fin.
Así lo confirmó el psiquiatra tras someterme por última vez a un tratamiento intensivo antitraumático, que también fracasó. Su opinión fue definitiva. "No había ninguna esperanza para ella", escribe en este informe. Les pedí que me mataran y aceptaron. Quisiera poder afirmar que me retuerzo de dolor al recordarlo, pero lo cierto es que escuchar sus palabras fue un alivio.
Hace 19 días recibí la visita de un segundo experto, cuya opinión favorable era necesaria para que yo esté hoy aquí, preparada para morir. Como hicieron otros antes, este consultor estimó que estaba en pleno uso de mis facultades mentales. Desde el punto de vista clínico, la depresión crónica y las constantes réplicas del horror parecieron no afectar a la fiabilidad de mi decisión.
En la conversación que mantuvimos le dejé claro que era mi voluntad someterme a la eutanasia para poner fin a este sufrimiento. El médico había sido capaz de llegar a la conclusión de que no cabía otra solución razonable, y así lo confirmó también este último. "El deseo de la paciente fue morir", escribió ya en pasado en mi historial, que será lo último que lea antes de despedirme.
En efecto, mi deseo fue morir y las autoridades sanitarias me lo concedieron. Y por fin voy a hacerlo. Cierro los ojos. A pesar de que los tubos, las agujas y las pastillas han pasado a formar parte de mí, como si de otros miembros más de mi cuerpo se tratase, no quiero ser testigo de cómo el doctor me despierta de mi pesadilla. Sé que haciendo lo que tenga que hacer me liberará de ella, e igual que a mí a todas las personas que se arremolinan en torno a mi lecho, muy quietas.
"El médico llevó a cabo la eutanasia haciendo uso de la cantidad de fondos recomendada y en la manera indicada por la Real Asociación Médica Holandesa". Ésa es toda la información que recogerá el documento acerca de los últimos instantes de mi existencia. No atisbará lágrimas, gemidos de dolor, convulsiones o gritos.
Y es que hoy no sufro. Otros me han matado durante 15 años, pero hoy muero yo, Femke. Muero como antes lo han hecho miles de personas más, asistidas por el sistema de salud público de nuestro país y amparadas por su legislación. Sus nombres, como el mío, sólo quedan atrapados en la memoria de quienes nos han querido, mientras que en el registro público pasan a figurar como meros "casos". "El caso de esa veinteañera víctima de abusos sexuales que no pudo superarlos y vio en la eutanasia el único fin", dirán algunos de mí. La historia de mi vida quedará eclipsada por la historia de mi muerte. Pero eso significará que yo ya descanso.
A favor y en contra de la eutanasia
Hay una confusión de conceptos porque se habla de eutanasia cuando en realidad se trata de un suicidio asistido. En la eutanasia, que yo apoyo, la persona está en estado terminal y no puede poner fin a su vida por sus propios medios. En cambio, esta chica, que tenía problemas psiquiátricos tras haber sufrido abusos, podía haberse suicidado. En mi opinión, el suicidio asistido no debería regularse porque el Estado se excede en sus competencias. Por lo tanto, sí a regular la eutanasia para aliviar un sufrimiento innecesario siempre que uno exprese su voluntad; pero no a la regulación del suicidio asistido. Quien es capaz de suicidarse no necesita la inyección letal de ningún médico.
- Roberto Augusto, doctor en Filosofía por la Universidad de Barcelona y autor del libro 'Contra el sistema'.
El caso de esta chica es terrible. Pero, desde el momento en que la ley holandesa permite la eutanasia a quien padece un «sufrimiento insoportable», cabe todo. No hay una raya clara, un límite objetivo que determine qué es ese sufrimiento y qué no. Desde el punto de vista jurídico es muy ambiguo y la decisión, absolutamente arbitraria, porque cada paciente tiene una sensación subjetiva del dolor. ¿Con qué escala se mide? No hay barrera, y la barrera debería ser la que dictó la Asociación Médica Mundial: practicar la eutanasia es contrario a la ética médica. La eutanasia es una salida muchísimo más cómoda. En vez de tratar durante meses a un paciente, liquidas el caso en un minuto. Hay que proteger al paciente de los médicos.
- Antonio Pardo, médico, licenciado en Filosofía y profesor de Bioética en la Universidad de Navarra.
lunes, 14 de noviembre de 2016
Quiero que me dejen morir cuando yo lo decida
A José Antonio le diagnosticaron ELA hace un año y la enfermedad le ha ido incapacitando progresivamente
Ha iniciado una petición para que se despenalice el suicidio asistido en nuestro país: "¿Por qué me tengo que ir a Suiza a morir y no puedo hacerlo en España?"
"Sé cómo terminan los pacientes de ELA, con una dependencia total de su familia y sin movilidad. No quiero acabar así", asegura a eldiario.es
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"¿Por qué no podemos acabar con nuestra vida de manera digna si ésta se convierte en un infierno?", se pregunta José Antonio Arrabal. El verano del año pasado le diagnosticaron Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA). Esta enfermedad le ha ido incapacitando progresivamente y ahora su gran temor es quedarse sin la movilidad que conserva en la mano derecha. La izquierda ya está "perdida", inmovilizada con una férula que lleva día y noche para evitar que se le agarroten los dedos. Además, cojea al andar porque la pierna derecha también está afectada y, de vez en cuando, se traba al hablar.
A sus 57 años, Arrabal tiene claro que no quiere cumplir ninguno más. Lo explica sin quebrarse, de una forma fría y sin perder la ironía. No busca compasión, busca que se le "reconozca un derecho". "¿No deberíamos ser dueños de nuestra vida?", cuestiona. "Sé cómo terminan los pacientes de ELA, con una dependencia total de su familia y sin movilidad. Yo no quiero acabar así. Aunque parezca que no duele, sí que duele. No quiero que me obliguen a pasar dos años en esas condiciones, eso no es calidad de vida. Quiero que me dejen morir cuando yo considere que el sufrimiento es inaceptable".
Sancionado por el Código Penal
En septiembre tomó la decisión de "morir con dignidad" y marcando él los tiempos. Comenzó a buscar información en internet y se encontró con su primer obstáculo: en España el artículo 143 del Código Penal recoge penas de prisión de dos a cinco años para aquellos que "cooperen con actos necesarios al suicidio de una persona" y castigo de seis a diez años "si la cooperación llega hasta el punto de ejecutar la muerte".
"Yo no quiero implicar a nadie". Asegura que le gustaría someterse a un suicidio asistido, morir sin dolor, tras ingerir un medicamento que le prescriba un médico. "Si lo haces de otra forma nunca sabes a ciencia cierta lo que va a pasar ni cómo vas a terminar", continúa. Como en nuestro país no está legalizada esta opción, ha comenzado a buscar información en el extranjero. En países como Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Suiza sí que está regulada la eutanasia.
"¿Por qué me tengo que ir a Suiza a morir y no puedo hacerlo en España? Aquí he estado pagando mis impuestos. Es de cajón. No lo entiendo", afirma. A finales de octubre, dedicó todos sus débiles esfuerzos a intentar prender la mecha para que se reabra el debate de la muerte digna en la sociedad. Creó una petición en Change.org en la que solicita al Gobierno y a los partidos de la oposición que se modifique el artículo 143 y se despenalice el suicidio asistido.
Podemos recogía su petición
En los programas electorales de los últimos comicios, solo Unidos Podemos recogía la derogación del apartado 4 de ese artículo. Por su parte, tanto PSOE como Ciudadanos proponían "promulgar una ley de muerte digna". Los socialistas añadían que abrirían el debate sobre la eutanasia "si en la próxima legislatura hay un consenso al respecto". En el caso del partido de Albert Rivera, la asociación Derecho a Morir Dignamente criticó que su propuesta recogía procedimientos que existen desde hace décadas.
Arrabal desconoce si la energía invertida en la difusión de esta petición le puede perjudicar en la evolución de su dolencia. "Si no haces nada en todo el día, empeoras; pero si haces algo, también. En cierta ocasión una enfermera me dijo que apartase la enfermedad de mis pensamientos. ¿Cómo lo voy a hacer? Si muevo la mano, me acuerdo; si intento mover la otra, me acuerdo; si hablo, también me acuerdo", rememora.
En España, se estima que cada año se diagnostican casi unos 900 nuevos casos de esta enfermedad "neuromuscular en la que las motoneuronas, un tipo de células nerviosas, que controlan el movimiento de la musculatura voluntaria, gradualmente disminuyen su funcionamiento y mueren, provocando debilidad y atrofia muscular", según explica la Fundación Española para el Fomento de la Investigación de la Esclerosis Lateral Amiotrófica ( FUNDELA). Se desconoce el origen de esta dolencia y hasta el momento no tiene cura.
El tiempo corre en contra de estos enfermos, Arrabal lo sabe y quiere morir antes de ser dependiente, aunque su gran temor es no conseguirlo. "No creo que pueda esperar más de tres meses. Todo depende de mi mano derecha. En el momento en el que pierda la movilidad, se acabó", relata. Entre las posibilidades que maneja, se encuentra la de acudir a una asociación en Suiza que ayuda a pacientes extranjeros a tener acceso a un suicidio asistido.
"Ya he estado mirando información. Para poder abrir expediente tienes que hacer un primer pago de 300 euros y otro de 80 euros en concepto de cuota de socio. A partir de ahí, ellos te van organizando. Pero necesito conservar algo de movilidad porque soy yo el que se tiene que llevar el vaso con la medicación a mi boca", relata.
Se estresa y se muestra impotente al hablar de su futuro y de la evolución de la ELA: "Viendo cómo me ha afectado últimamente, en pocos meses no podré salir a la calle y me tendría que pasar todo el día en casa. ¿A qué me dedico? ¿qué hago? ¿en qué me puedo interesar? En nada, las consecuencias de esta enfermedad son insalvables".
Hace un par de días se agobió mientras cenaba al ver que un plato de sopa podía con él. "Me cansé muchísimo. Tuve que hacer dos paradas para poder terminármelo", relata. En ese momento volvió a advertir a sus hijos (20 y 26 años) y a su esposa de que no quería llegar al punto de no poder comer solo. Desconoce cómo reaccionó su familia en ese momento: "En esos momentos no les miro porque debe ser complicado. Mi situación es dura pero la de ellos tampoco es sencilla".
"Entiendo que a mi familia le fastidie"
Su familia se mantiene apartada de estos planes, por petición del afectado. Arrabal se negó a hacer la entrevista con eldiario.es en su domicilio porque no se sentía cómodo relatando esta intención cerca de su seres queridos. "Entiendo que les pueda fastidiar este tema pero es que no es una cuestión de ellos, es mía. Si no lo entienden, me da igual porque es una opción personal", asevera.
Si la enfermedad se lo permite y si finalmente se marcha a Suiza, le gustaría acudir solo, sin seres queridos. Y mantiene dos intenciones: donar su cerebro para la investigación de la enfermedad y autorizar que se publique el vídeo de su muerte. "Quiero que la gente vea que no es un tratamiento agresivo, consiste en ingerir una medicación y en 10 minutos ya has fallecido", continúa.
De esta forma cree que podría incidir en el debate social sobre el derecho a la muerte digna. Es consciente de que, si sigue adelante con su idea de morir mediante un suicidio asistido en unos meses, no será testigo de un hipotético resultado favorable de su petición. "Lo sé, pero es necesario que alguien presione. Si se hubiese legalizado la eutanasia durante el caso de Ramón Sampedro, ahora para mi sería más sencillo. No tenemos que morirnos así todos. Pero hay mucha diferencia entre morir mal y morir bien", finaliza
http://www.eldiario.es/sociedad/change-jose_antonio_arrabal-ela-suicidio_asistido-eutanasia_0_578492587.html
martes, 18 de octubre de 2016
Holanda estudia una ley de suicidio asistido para ancianos que no quieren seguir viviendo
La propuesta del Gobierno holandés al Parlamento sobre una ley que otorgue el derecho a la eutanasia a personas que, aunque no estén enfermas, sientan que "ya no tienen más perspectivas en la vida" y"han desarrollado un deseo de morir persistente y activo", ha generado este jueves un debate público en el país.
La propuesta parte de la ministra neerlandesa de Sanidad, Edith Schippers, y del ministro de Justicia, Ard van der Steur. Ambos han remitido una misiva conjunta a la Cámara baja en la que pidenampliar los supuestos en los que se puede aplicar la eutanasia, despenalizada en Holanda desde el 2002, lo que ha levantado la polémica teniendo en cuenta los antecedentes de la propuesta.
ESTUDIO DE VIABILIDAD
El Gobierno de coalición holandés solicitó en el 2014 un informe a un comité de especialistas que se encargó de valorar la viabilidad legal y los dilemas sociales que supondría despenalizar el suicidio asistido a personas que piensan que "su vida está completa".
Tras una intensa investigación de dos años, el comité emitió su conclusión: "no es deseable" expandir las posibilidades legales para el suicidio asistido porque el actual marco jurídico "es suficiente".
Bélgica, pionera en aplicar la eutanasia infantil sin límite de edad
Bélgica fue el primer país del mundo que legalizó la eutanasia sin límite de edad en febrero del 2014, lo que significa que los niños que sufrenenfermedades incurables, en fase terminal y que padecen dolores físicos insorportables,tienen derecho a pedir la muerte asistida si son conscientes de la decisión que están tomando. El pasado 17 de septiembre, se practicó la primera eutanasia de este tipo en el país. Aunque no tracendió ni la identidad del menor, ni su edad ni cuál era la enfermedad que padecía, sí se supo que se encontraba en fase terminal.
Actualmente, un paciente debe cumplir ciertos requisitospara solicitar la eutanasia, entre los que se encuentra el que al menos dos médicos confirmen que el enfermo padece de unsufrimiento inaguantable y sin perspectivas de mejora.
Los ministros han agradecido el trabajo del comité, pero rechazan su resolución final, ya que piensan que la ley actual se queda corta porque tiene una importante limitación, como es que el suicidio asistido debe basarse en fundamentos facultativos.
SIN GANAS DE VIVIR
Según el Gobierno, también hay gente que desea terminar con su vida y padece un "sufrimiento inaguantable" sin una "base médica". Los responsables gubernamentales señalan concretamente a ancianos que sufren por la pérdida de "sus seres queridos" o de "contactos significativos", teniendo como resultado "fatiga" y "apatía".
Por esta razón, la nueva ley solo sería aplicable a personas mayores, aunque los ministros no han aclarado qué edad mínima habría que tener para acogerse a la propuesta.
"Hay gente para la que cada día que pasa es uno más en espera de la muerte. Estas personas preguntan cómo pueden poner fin a su vida de una manera digna", mantienen los ministros en la misiva, dada a conocer a través de la página web del Gobierno neerlandés.
LA FIGURA DEL ORIENTADOR
La nueva ley supondría la creación de una nueva profesión, una especie de "orientador" social con experiencia en el campo de la Medicina que evaluaría la solicitud del suicidio asistido.
El demandante estaría obligado a poner por escrito que desea terminar con su vida y el orientador le haría entrevistas para confirmar que su sufrimiento es inaguantable, al menos una de ellas en persona y sin la presencia de sus familiares.
La aplicación de la eutanasia no sería automática, sino que se practicaría posteriormente en un tiempo aún no determinado y tras la supervisión del caso por un segundo experto especializado. Si se detectase que la solicitud se debe a problemas médicos tratables, "se explorarían otras alternativas", aseguran los ministros.
En caso de que el demandante recibiera luz verde, obtendría una prescripción con la receta de la medicina que acabaría con su vida, pudiéndola adquirir en la farmacia, mientras que los familiares, si lo desean, podrían estar presentes en los momentos finales de su ser querido.
La propuesta será analizada por el Parlamento el próximo año, pero en marzo de 2017 se celebran elecciones en Holanda, de forma que estará en las manos del nuevo Ejecutivo aprobarla o rechazarla
http://www.elperiodico.com/es/noticias/sociedad/holanda-estudia-ley-suicidio-asistido-sin-motivos-fisicos-para-tercera-edad-5496675
domingo, 16 de octubre de 2016
Holanda planea permitir la ayuda a morir a mayores con “cansancio vital”
El Gobierno holandés ha elevado al Parlamento una propuesta para regular la ayuda a morir de las personas mayores que consideren que ya han vivido lo suficiente, pero no están enfermas ni padecen sufrimientos físicos insoportables. Se trata de evitar que se quiten la vida por su cuenta. Este nuevo supuesto de suicidio asistido, al que se opone el Colegio de Médicos, no está contemplado enla vigente Ley de Eutanasia (2002, el primer país en legalizarla), que excluye a los extranjeros y que sólo la permite —siempre aplicada por un facultativo que ha debido consultar antes con otro colega— para pacientes desahuciados y con dolores insoportables y sin alivio, que lo hayan solicitado de forma voluntaria y meditada. La propuesta del Gobierno no detalla desde qué edad se podría acceder a esta nueva fórmula.
“No hay salida para los que ya no deseen vivir porque estiman completo su ciclo. Han perdido a sus seres queridos y a sus amigos, y caen en la apatía y el cansancio vitales. El Gobierno piensa que su búsqueda de ayuda para acabar con todo es legítima”, indica la propuesta. Si bien los ministerios de Justicia y Sanidad se comprometen “a defender la vida”, “cuando a la falta de perspectivas se añade un deseo persistente, libre y activo, es posible actuar”, señalan ambos departamentos. Antes, será necesario “que un asistente cualificado mantenga una serie de conversaciones con el afectado”. “Tras una segunda revisión del caso, efectuada por otro ayudante, este puede recetar el fármaco letal que será recogido en una farmacia", explica la nota remitida a la Cámara. La propuesta contempla la creación de una nueva disciplina dedicada exclusivamente a este tipo de ayuda y para la que habría que recibir formación de medicina, psicología y enfermería.
La propuesta, firmada por los ministerios de Sanidad y Justicia, indica que las conversaciones “con facultativos y otras instancias involucradas en esta clase de asistencia” darán comienzo de inmediato. Una vez consultados, el legislador deberá hacer una excepción en el apartado de ayuda al suicidio, regulado hasta la fecha solo con vistas a despenalizar, en condiciones estrictas, la eutanasia. Teniendo en cuenta que las próximas elecciones legislativas están previstas para 2017, lo más probable es que la aprobación de la nueva norma recaiga en un nuevo Ejecutivo.
El viraje oficial choca con las conclusiones de la comisión encargada el pasado febrero de examinar el concepto —y las consecuencias— de “una vida agotada”. Elaboradas bajo la supervisión del senador liberal de izquierda Paul Schnabel, señalaban que “la mayoría de los que se sienten así, y desean morir, sufren a la vez una enfermedad y encajan en los supuestos de la eutanasia”. Los médicos, por su parte, califican la eutanasia de “último recurso”, y no quieren que sea considerada un derecho por la población. Son los facultativos de cabecera quienes la practican y quieren evitar presiones familiares, o del propio afectado.En su momento, los liberales de derecha e izquierda, y el partido de los ecologistas, se mostraron partidarios de ampliar el radio de acción de la eutanasia. Los grupos confesionales, protestantes y calvinistas, apoyaron el informe Schnabel.
En 2014, las cinco comisiones que revisan la legalidad de las eutanasias practicadas en el país registraron 5.306 casos (un 10% más que el año anterior). Casi un 75% de los enfermos tenía cáncer. Cerca de un 41%, problemas psiquiátricos.
En 2013, la apertura de la Levenseindekliniek (Clínica para Morir), la primera de su clase de carácter privado, revolucionó la aplicación misma de la ley. En su primer año de actividad, recibió 714 ruegos, de los cuales practicó 104. Como las dolencias físicas acaparan las eutanasias de la sanidad pública, a la nueva clínica recurrieron los que habían sido rechazados por tener problemas psiquiátricos y diversos grados de demencia. La tendencia al alza en este grupo se ha mantenido en los años siguientes.
El pasado enero, Sanidad añadió un nuevo protocolo que suavizaba las exigencias en casos de demencia aguda. Esta ha sido siempre una de las denominadas zonas grises de la ley, porque excluía, según los críticos, a los aquejados de pérdida de facultades mentales, progresivas e irreversibles en la mayoría de los casos estudiados. Hasta ese momento, el legislador consideraba muy difícil saber si el paciente estaba seguro y comprendía las consecuencias de su deseo. Ahora, la eutanasia puede aplicarse en fases avanzadas del deterioro siempre que quien la reclame haya firmado, cuando estaba consciente, y en presencia de su médico, una declaración formal. De no tenerla, el castigo puede ser el contemplado por la norma desde 2002: hasta 12 años de cárcel.
LEYES SOBRE MUERTE DIGNA
M. R. SAHUQUILLO
Los países que han legislado para permitir una muerte digna normalmente hacen una distinción entre lo que consideran suicidio médicamente asistido o eutanasia. La diferencia en estas normas es quién administra los fármacos que ponen fin a la vida.
Suicidio médicamente asistido. Consiste en suministrar o prescribir al paciente los fármacos para que este muera. Bajo determinadas circunstancias, es legal en Suiza, por ejemplo, pero a una persona enferma que debe ser, además, quien personalmente se administre estos medicamentos. Esta una fórmula que también se permite legalmente en algunos Estados de Estados Unidos, como en Oregón, donde el paciente –enfermo y tras la autorización y la prescripción de los sanitarios— es quien se autoadministra los fármacos.
Eutanasia. Etimológicamente significa “bien morir” (del griego), pero consiste en que un profesional sanitario suministre a un paciente capaz con una enfermedad terminal o irreversible, que experimenta un sufrimiento no mitigable por otros medios, una medicación para poner fin a su vida porque lo pide de forma voluntaria, expresa, clara, reiterada e informada. Es legal en Holanda, Bélgica y Colombia, por ejemplo.
En España ambas fórmulas son ilegales.
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