Las
decisiones compartidas en salud mental: mitos, barreras y beneficios
Ramos Pozón S. Las decisiones compartidas en salud mental: mitos, barreras y beneficios. Rev
Psiquiatr Salud Ment (Barc.). 2016. http://dx.doi.org/10.1016/j.rpsm.2016.01.003
http://www.elsevier.es/es-revista-revista-psiquiatria-salud-mental-286-avance
Sr.
Director:
La toma de decisiones compartidas consiste en un proceso interactivo
de relación clínica en el que el profesional ayuda a su paciente a escoger qué
tratamiento es el mejor, en relación a sus valores, preferencias y
circunstancias clínicas. Muchos mitos han sido considerados en torno a este
tipo de relación asistencial (el paciente decide finalmente solo o incluso le
deja a su profesional hacerlo, no desea implicarse, etc.)[1]. Además, se han detectado en los profesionales barreras que
dificultan su aplicación, como es la duda de que los pacientes psiquiátricos
pueden no ser competentes para decidir por sí mismos[2], aunque quizás el problema más significativo es el del insight[3]. En los pacientes también se aprecian tales dificultades: pacientes
pasivos, no interesados en la decisión o quienes creen que con su negativa ya
es una actitud activa[4]. En cualquier caso, todo
ello puede suponer una actitud paternalista[5].
Pese a ello, la realidad muestra que al aplicar esta forma de decisión
compartida en el ámbito de la salud mental, se produce en los pacientes un
aumento en la calidad de vida, una mayor comunicación con los profesionales y,
por tanto, una mayor alianza terapéutica, e incluso una mayor adherencia
farmacológica[6].
Ahora bien, no deberíamos pensar que el proceso se agota en informar
sobre los diversos tratamientos y sus reacciones adversas, pues los pacientes
en el fondo desean ser escuchados y que sus intereses y deseos queden
incorporados en la decisión. Esto significa que los profesionales han de
disponer de unas habilidades comunicativas para mejorar esa decisión
compartida: entrevistas motivacionales, procesos de negociación, etc6.
Aunque esto no resulta una tarea fácil, se ha creado y validado al castellano una
herramienta para poder valorar y apreciar cómo se lleva a cabo la decisión[7]. Se trata de un test aplicado a los pacientes que evalúa nueve
preguntas sobre la experiencia que han tenido en la consulta.
Aunque
es comprensible que hayan claras situaciones en las que un modelo paternalista
esté justificado, como son decisiones de ‘vida o muerte’ o en las que el ‘mejor
interés’ pueda ser aplicable6, el objetivo ha de ser el
de fomentar decisiones compartidas con los pacientes. Una valiosa manera de
animarles a decidir es mediante la anticipación de las decisiones, como por
ejemplo un documento de voluntades anticipadas, el cual también ha demostrado
tener unos efectos positivos (clínicos y éticos)[8].
Por
lo tanto, hemos de instar a los profesionales a que ejerzan una psiquiatría crítica[9]
que vaya más allá del paradigma biomédico, reduccionista biologicista, y
que se centre en la persona, sus necesidades y deseos. Las decisiones
compartidas, sean anticipadas o no, ayudarán a ese tipo de psiquiatría, la cual
ha de estar fundamentada en valores
técnicos y valores morales[10].
Este enfoque permite un giro de los fundamentos de la relación asistencial,
ya que pasamos de examinar únicamente la beneficencia y no-maleficencia,
incluso sin su consentimiento, a una perspectiva que tiene como eje central la
autonomía y la dignidad. Así, se incrementa la autonomía de los pacientes pero
sin dejarles solos ante la decisión. Pero ha de ser una tarea realizada entre
los profesionales y los pacientes.
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