Título:
Hechos y valores. Hacia una psiquiatría crítica
Dr. Sergio Ramos Pozón
Máster en Bioética.
Doctor en Filosofía. Universidad de Barcelona (Spain)
Rev Chil Neuro-Psiquiat 2015; 53 (2): 134-135
http://www.scielo.cl/pdf/rchnp/v53n2/art09.pdf
(notas bibliográficas añadidas)
Estimado editor
George Engel[1]
criticaba el modelo biomédico, reduccionista, que imperaba en la sociedad. En
contrapartida, sostenía un modelo más holístico y humanista que denominó
bio-psico-social. En la actualidad, el modelo imperante es el biomédico[2]
que concibe a un cuerpo enfermo pero no a una persona con un problema. Por eso,
hemos de reivindicar las ideas de Engel. Hacer esto pasa por ejercer una
psiquiatría crítica basada en presupuestos éticos, técnicos y científicos
centrados en el paciente y su cuidado[3].
Esa perspectiva
bio-psico-social ha de estar guiada por hechos y valores, a saber: conocimiento
científico y deseos, preferencias, etc. del paciente.
En ese entramado, subyacen
los principios de la bioética[4]:
autonomía, beneficencia, no-maleficencia y justicia. En efecto, todo acto
clínico busca el mayor beneficio y la evitación de daños; sin embargo, asumir
un enfoque paternalista implica no tener en cuenta la opinión de la persona. Actualmente,
vamos hacia modelos más integrales basados en la autonomía y la dignidad. Las leyes sanitarias
indican la obligación de los profesionales y el derecho de los pacientes a
recibir información, a recabar el consentimiento informado, a respetar unas
voluntades anticipadas, etc.
Pero no se trata de una
psiquiatría “a la carta”. Los pacientes han de decidir responsablemente, con
asesoramiento clínico. Un enfoque paternalista, por muy técnico y especializado
que sea, si no cuenta con la opinión del paciente puede conllevar mala praxis
por no respetar su voluntad. Pero un exceso de autonomía sin conocimientos clínicos
puede incurrir en imprudencia y en desenlaces fatales por mala planificación.
Por tanto, el ideal es tomar decisiones compartidas[5].
En esa relación
asistencial, los profesionales han de disponer de unas virtudes (compasión,
cuidado, prudencia…) que indiquen el compromiso para con el paciente. Entre
ellas, la empatía es imprescindible para apreciar el sufrimiento del paciente y
romper con el estigma y la discriminación asociado a los trastornos mentales.
Además, los
profesionales deben adoptar una actitud crítica, propia de la ética, en la
relación asistencial y en aquello que pide la sociedad. Los principios éticos
no son absolutos, sino prima facie, así que en cada caso hay que deliberar sobre
el caso. Esto implica reflexión para volver a debatir o incluso potenciar
ciertos temas tabús. Por un lado, es curioso que aunque aceptamos los ingresos
involuntarios, en cuanto al tratamiento ambulatorio involuntario no lo tenemos
tan claro. En efecto, incluso admitiendo que en muchos países europeos y la
gran mayoría de los estados de los Estados Unidos lo practican, en España
resulta un tema complicado porque quebranta aspectos fundamentales sobre la
libertad de la persona, razón por la cual actualmente hay abierto un gran
debate en torno a su legislación y su aplicabilidad. En cualquier caso, si
queremos luchar por la dignidad de la persona, quizás sería oportuno volver a
discutir sobre ello.
Por otro lado, hemos de
dar voz a los pacientes psiquiátricos y presuponer que son competentes y que quieren
decidir[6],
y no partir de que no lo son. Tenemos, pues, la obligación ética de llevar a
cabo una pedagogía sobre el consentimiento informado, las voluntades
anticipadas y los planes de decisión anticipada. Así pues, si es competente
hemos de aceptar su decisión, sea aceptación o rechazo de tratamientos. Y en
aquellos casos en los que no tenga competencia suficiente para la toma de
decisiones, hemos de ayudarles a decidir. Así lo ratifica la Convención sobre los derechos de las
personas con discapacidad promovida por la Organización Naciones Unidas.
Por todo ello, cabe
concluir que la psiquiatría no puede ser reduccionista, biologicista ni
paternalista. Hay que dar el protagonismo a los pacientes psiquiátricos, pues las
personas cada vez más quieren ser partícipes en las decisiones sanitarias. Y en
aquellos casos en los que no sea capaz de tomar decisiones por sí mismo, hemos
de ayudarles para que su autonomía y voluntad sea llevado a cabo. Con ello,
hemos de pasar de modelos basados en la beneficencia y la no-maleficencia, a
tomar decisiones fundamentadas en la autonomía y la dignidad, centradas en y
para la persona, tomando como ejes centrales hechos y valores.
[1] Engel G. The
Need for a New Medical Model: a Challenge for Biomedicine. Science.
1977;196:129-36.
[2] Pelto V., Engström K., y Engström I. Paternalism,
Autonomy and Reciprocity: Ethical Perspectives in Encounters with Patients in Psychiatric
in-Patient Care. BMC
Medical Ethics 2013, 14:49.
[3] Bracken P., Thomas P., Timimi S., et al., Psychiatry beyond the Current Paradigm. The British Journal of
Psychiatry. 2012;201:430-434.
[4] Beauchamp T., y Childress J. Principles of Biomedical Ethics. New
York: Oxford University Press; 2013.
[5]
Ramos S. La toma de decisiones compartidas
en pacientes con esquizofrenia: cuestiones médicas y éticas. Dilemata. Revista Internacional de Éticas Aplicadas.
2012;10:263-277.
[6] Hamann
J., Cohen, R., y Diplich S. Why Do Some
Patients With Schizophrenia Want to Be Engaged in Medical Making and Others Do
not? J Clin
Psychiatry. 2011;72(12):1636-1643.
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